Acuerdos de paz entre el FMLN y el gobierno de El Salvador. Castillo de Chapultepec Mexico, el 16 de enero de 1992.
Por Oscar Martínez Peñate
La oligarquía había escogido a civiles y militares de confianza para que formaran la comisión negociadora, ésta era el peón en las negociaciones del poder económico y político de El Salvador, a la vez, que le servía de muralla, para que la oligarquía no tratara directamente con la comisión negociadora del FMLN, y poder dar largas al proceso de negociación para no desembocar en paz.
El presidente Alfredo Cristiani había manifestado que no se reuniría con los insurgentes mucho menos iba a formar parte de su comisión negociadora, para él era rebajar su status, “el gobernante reiteró públicamente… que no se reunirá con los jefes terroristas, debido a que para ello existe ya una comisión oficial de diálogo” .
Alfredo Cristiani en su cruzada contra la paz y contra la construcción de la democracia en El Salvador contaba con la ayuda de los principales “medios de comunicación” que lo hacían aparecer a él como el bueno, y a las personas que se pronunciaban contra la violación de los derechos humanos y contra la dictadura, según estos “medios” eran terroristas o banda de delincuentes , y cuando se referían a la dirigencia del FMLN utilizaban un lenguaje más violento y denigrante.
El monopolio de los medios de comunicación. Los periódicos de mayor difusión, La Prensa Gráfica y El Diario de Hoy son propiedad de la oligarquía. El primero, de la oligarquía ligada al Departamento de Estado de los Estados Unidos y a la política oficial de la Administración; y el segundo, de la oligarquía intransigente, ligado a la derecha republicana estadounidense. Ha sido decisivo el control de los principales canales de radio y televisión .
El objetivo estratégico de Alfredo Cristiani para que su clase social pudiera continuar con el usufructo del Estado en seguridad era firmar un acuerdo de paz, se estableciera el desarme total del FMLN y que los guerrilleros se incorporaran al sistema político, sin realizar cambios sustanciales en las instituciones del Estado, mucho menos en el sistema económico. Este objetivo significaba, continuemos con el conflicto armado y si hacemos la paz que nos sea más rentable económica y financieramente que la guerra.
Alfredo Cristiani en su discurso pronunciado al cierre de la cumbre de presidentes de Centro América, en Puntarenas, Costa Rica, el 17 de diciembre de 1990, dijo: “Nosotros somos flexibles y serenos en la búsqueda de la paz, y si bien tenemos que mantener incólumes los fueros de la ley, la prioridad número uno de nuestro gobierno sigue y seguirá siendo la paz, hasta el último día de nuestro mandato” .
La ultraderecha salvadoreña personificada en las familias oligárquicas, una vez firmado el Acuerdo de Paz, se opusieron al cumplimiento y trataron por muchas formas de sabotearlo, retrasarlo deliberadamente o ejecutarlo a medias, de esa forma lo desnaturalizaron.
Los principales medios de “comunicación” desarrollaron una campaña permanente en contra del Acuerdo de Paz, con el propósito de desvirtuarlo y crear una opinión pública adversa al cumplimiento del Acuerdo, y formar una imagen negativa en la población, es decir, intoxicaron al pueblo salvadoreño con tanta patrañas y falsedades por medio de la radio, prensa escrita y telenoticieros.
La ejecución de los acuerdos de paz sobre seguridad pública enfrentó tremendas resistencias dentro de la Fuerza Armada y el partido gobernante, Alianza Republicana Nacionalista (ARENA). Influyentes medios de comunicación escrita contribuyeron a crear un clima contrario a la ejecución de los acuerdos, en general, y de aquellos referidos a la reforma policial, en particular. Estas resistencias eran la respuesta de poderosos intereses vinculados al status quo –tanto dentro como fuera de la Fuerza Armada–, para quienes el éxito de las reformas significaba el fin de sus privilegios y su poder .
La oligarquía financiera y otros sectores del gran capital como los industriales, ganaderos, cafetaleros, comerciantes y algodoneros hicieron causa común para desestabilizar el Acuerdo de Paz, a través de la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP) y los ministerios del Poder Ejecutivo, particularmente el Ministerio de Agricultura .
Alfredo Cristiani no solo incumplió su firma en el Acuerdo de Paz, sino también sus declaraciones a favor de la paz, esos hechos y palabras fueron parte del mercadeo político, para obtener la confianza del pueblo salvadoreño y de la comunidad internacional, pero entre lo que él expresaba y lo que hacía, no se correspondía.
Cristiani consintió que funcionarios públicos obstaculizaran y sabotearon la ejecución de los diferentes programas que contenía el Acuerdo de Paz, “Cristiani toleró que los funcionarios de su gobierno, del vicepresidente para abajo, desautorizaran los acuerdos públicamente y, lo que fue peor, que no asumieran las tareas correspondientes para darles debido cumplimiento” . Francisco Merino vicepresidente de El Salvador, además tuvo un constante descredito de la ejecución del Acuerdo de Paz .
La presión de la Administración estadounidense logró alinear a Cristiani y a su clase social para que cumplieran el Acuerdo de Paz, no obstante lo hicieron contra su voluntad, porque no les quedaba otra opción, por esa razón minimizaron su cumplimiento. “Además, aquellos acuerdos que en alguna medida se llevaron a la práctica fueron deformados, como por ejemplo el acuerdo electoral, el judicial y la formación de la PNC” .
Alfredo Cristiani y su clase social no estaban dispuestos a permitir la democratización de El Salvador, pero para dar la ilusión que si lo admitían convirtieron la dictadura en autoritarismo, lo cual significó un cambio que confundió a algunos sectores de la población, otras personas tipifican este cambio como dictadura civil. “El sentido de la actitud que la derecha ha tenido sobre los Acuerdos de Paz ha sido el de cerrar el camino de las transformaciones, de una manera distinta, autoritaria y hacia la instalación de una dictadura civil” .
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